viernes, 3 de diciembre de 2010

Hoy me dio por pasear por Maiquetía.

Hoy me dio por salir a comprar unas pocas cosas que necesitaba desde hace meses y que por mi evidente falta de fondos por esos días a causa de mi inactividad permanente no pude comprar sino esta semana.

Decidí salir a comprarme unos audífonos, ya que los que poseo desde hace casi 2 años están en un estado que me da la señal de que es necesario darlos de baja, a causa de que con un solo audífono funcionando no puedo apreciar bien la grandiosidad de Lemmy Kilmister mientras toca The Chase Is Better Than The Catch. Además podría aprovechar para comprarme un champú anti caspa decente, pues vivir usando ropa negra y sufrir de una severa caspa acentuada por lo inútil que es usar champú comprado en Mercal.

Empecé arreglándome para salir colocándome una chaqueta encima de mi camisa del concierto de Calamaro, ya que este pseudo-invierno-lluvioso es fuerte para los que acostumbramos a estar 10 meses del año bajo 32º C. Luego de eso salí a agarrar un autobús que me llevara al sitio donde debía hacer mis compras.

El autobús estaba relativamente normal, es decir se vea lo típico: viejos, mujeres gordas, tukkys, y uno que otro Policía Naval fuera de servicio yendo quien sabe hacia dónde.

Luego de bajarme del autobús y desayunar empanadas en mi local favorito me dispuse a ir a la tienda de sonido donde debía comprar mis audífonos. En el trayecto tuve el choque de saber que no estaba en un sitio normal, se me había olvidado la fecha y lugar en el que estaba: La Maiquetía Pre-Navideña y Post-Inundaciones. Algo que había evitado ver en mucho tiempo porque sabía que no me gustaba.

Podría describirla como la pesadilla de un Agorafóbico y un Alérgico, lo que más había era montones de gente y tierra en todos lados: en el aire, en las calles, las vías, todo producto de las lluvias cuasi-bíblicas de los últimos días que produjeron deslizamientos de tierras que terminaron ensuciando más estas calles que de por si eran ya puercas antes.

Además del sucio, estaba la gente en actitud decembrina y consumista, gastando mucho dinero en boludeces que no necesitan, gente en su mayoría fea, tukkys, madres que me recuerdan a lo que Fernando Vallejo llama “La Paridera” y cosas que causaron impacto en mi.

Una de esas cosas fue ir caminando por una acera y ver que en la acera contraria iba una chama que estudiaba conmigo, no solo eso, sino que cargaba ya la característica barriga del embarazo que termina condenando a tantas carajas como ella, que por no pensar antes de tener sexo, terminan en una vida de pobreza y dependencia de un marido inútil que pronto la botará o quizás algo peor. En fin, ahora no será nada más que una maquina de parir y parir, creando otro círculo vicioso de pobreza por generaciones.

Continúo caminando hasta llegar al sitio donde compro mis audífonos, y luego de sorprenderme porque tienen el mismo precio de la última vez que los compré (50 Bs. F), parto a otro sitio a comprar el champú anti caspa. Mientras cumplo el trayecto veo las muchas zapaterías que hay en la zona donde lo único que cambia es el uniforme de los que atienden, de resto las condiciones son las mismas: Música mala sonando (salsa erótica, reggaetón y la changa del panamericano), 8 vendedores haciendo nada pues no hay nadie comprando, todos los vendedores tienen pinta de tukkys, y ningún zapato es original.

Luego del trayecto llego a una tienda de cosméticos donde había un raro fenómeno, no había champú, pero sí acondicionador, algo increíble que me hizo salir ya que tener acondicionador sin champú es como comprar en Mc Donald’s un combo y que venga sin hamburguesa. Seguí hasta una farmacia donde logre conseguir el champú tranquilamente y seguí a comprar pan.

Luego del pan caminé a la parada para agarrar el autobús a mi casa, no sin antes tomar una foto al limpio y cristalino río Piedra Azul, reflejo de la Maiquetía que encontré hoy.

La cosa no terminó allí pues en el autobús donde me monte luego de unos minutos de trayecto se monta otra representante de “la paridera”, esta vez a pedir que “le diera un minuto de su tiempo para escuchar mentiras de una mujer floja que pide para no partirse el culo haciendo algo productivo”. Lo peor de todo es que mientras intentaba concentrarme en algo distinto que no fuera esta horrible visión (en ese momento hasta la salsa erótica del autobús parecía hasta agradable) la gente le paraba bolas a la tipa y hasta mandaba a bajar el volumen de la música para escuchar sus boludeces, en un momento en el que yo deseaba hasta que la música siguiera para que saboteara el mensaje de mendicidad de esta idiota.

Luego de escuchar su perorata sin darle ni los buenos días, continué mi trayecto hasta llegar a mi casa, bajándome del autobús deseando no tener que volver a la Maiquetía-Decembrina-Post Inundaciones, aunque sé que tendré que volver aunque no quiera, porque todavía diciembre no termina, esto no fue más que el preview de una pesadilla que continua por 28 días más.