martes, 6 de octubre de 2009

Encuentro Cercano con un Asesino Confeso.

Estoy en una parada de un autobús cercana al sitio donde estudio, para irme en Dirección a la Av. Baralt donde posteriormente terminaré agarrando el autobús que me deje en mi casa. Esperando luego de un arduo día de leer, analizar, interpretar discutir opiniones, mandar a callar a gente bruta que merece que le corten la lengua y muchas otras actividades que dejan a cualquiera extenuado. Repasando mis actividades diarias, veo que llega un autobús que cumple con los requisitos que hacen para mí un autobús decente: música tolerable y nada estridente (nada de reggaetón, este autobús tenía puesta llaneras), bastantes asientos libres para poder ir cómodamente, y grandes ventanas para apaciguar el calor con un poco de viento ligeramente contaminado.

El autobús se detiene cada cierto tiempo para hacer paradas que bien suben más gente o bien la bajan, todo esto es normal y transcurre sin mayores novedades, mis compañeros de viaje son tres carajitas que no deben pasar de los 16 años, hablando la típica paja que suelen hablar por lo que no les paro mucha bola; varias personas de la tercera edad sentados en diversos puntos del bus; una mujer con sus 3 hijos pequeños que se mantienen en una tranquilidad poco común en esta ciudad; y uno que otro trabajador que va parado pues ya el autobús tiene todos los asientos ocupados.

Ya a la altura de Quinta Crespo me preparo, ya que este es el momento en que suelen montar los vendedores ambulantes de caramelos, chocolates o cualquier otra chuchería, o los que simplemente están quebrados y en lugar de trabajar quieren que les den dinero por nada. Mi preparación es para decirles que no haciéndoles entender que no quiero ninguno de sus productos y que quiero que me dejen en paz con mis pensamientos y lucubraciones internas.

Pero mientras me preparo, observo que se monta alguien a quien identifico de una vez como vendedor ya que entra en autobús diciendo:

Supuesto Vendedor: Buenos Tardes.

Y en una ciudad como Caracas, a menos que se sea demasiado educado (es decir, ser parte de un porcentaje cercano al 2% de la población caraqueña), o necesites dinero, nadie da los buenos días al entrar en autobús. En ese momento mientras sigo analizando a la persona a quien le diré que no le daré dinero, esta persona empieza a hablar y dar su típico discurso previo al momento del denme dinero:

Supuesto Vendedor: Que Dios los Bendiga, digan Amen. Estoy aquí viniendo a pedirles una colaboración. Saben yo sé que esto les molesta y esta no es mi intención, yo no vengo a mentirles, acabo de salir de la Prisión de Yare luego de cumplir mi pena de 18 años. Afortunadamente estoy tratando de reintegrarme a la sociedad, primero me reencontré con Dios, y ahora planeo reencontrarme con el pueblo de donde vengo que es Maturín en el estado Monagas donde deje a mi familia. Yo esperó que ustedes me ayuden a llegar hacia allá, ya que pienso irme hoy a las 9 de la noche en un autobús y estoy recolectando para el pasaje, ya he recolectado en otros autobuses y ya tengo más de la mitad del monto que cuesta el pasaje, pero todavía y quiero que ustedes me ayuden con lo que puedan, no importa la pequeña suma que me den con que pongan su granito de arena, está bien y así me ayudarán.

Mientras este hombre emprendía su labor de recoger los billetes y monedas que las personas del autobús le otorgaban, por mi mente pasaban todo tipo de palabras y cuestionamientos, que iban desde si era verdad lo que estaba diciendo respecto a su pasado, o que al parecer de verdad se rehabilitó ya que no ha abordado de manera violenta a los pasajeros, sino con una amabilidad que no se espera de alguien que pasó un tiempo equivalente a casi todo el que yo llevo con vida en el purgatorio que son las cárceles venezolanas. Ante ese montón de interrogantes que en mi mente se acumulaban, surgió una que resaltó más que las demás, ya que de verdad hizo que detuviera mi eterna maquinación hasta el punto que tuve que hacérsela al Ex-Presidiario, una vez que pasó por mi lado:

Javier: ¿Por qué te enviaron a prisión?

Ex-Presidiario: Asesinato.

En ese momento decidí dejarlo hasta allí, primero porque no le iba a dar ni un céntimo ya que no me gusta que la gente me pida dinero de esa forma (soy pobre, deme dinero), y segundo porque no quería ahondar en la cuestión, ya que n quería pecar de pedante ahondando en detalles de su vida personal que se notaba que quería olvidar porque si no, habría asaltado el autobús dejando a más de uno con la lengua afuera y el cuerpo perforado por algo más que un piercing.

Luego de que el personaje se bajo, pensé por un rato en el camino de regreso a mi casa, en si lo habrá logrado de verdad, si se rehabilitó, si de verdad a donde se fue logró por fin enterrar su pasado asqueroso, si esos billetes que la gente le dio de verdad sirvieron para algo más que para comprar piedra (que es lo que suele hacer la gente que pide dinero así con el mismo), y si a decir verdad esta anécdota fue algo basado en la verdad, ¿Si este sujeto era un ex-presidiario de Maturín, Estado Monagas, que asesino a alguien y hoy día puede admitirlo al dar cuenta de que ya no quiere cometer cosas como esas y que lo que hizo estuvo mal? o ¿Si fue otro mentiroso de esos que inventan niños enfermos y causas justas imaginarias para financiarse sus adicciones?

2 comentarios:

Astrina dijo...

Yo no creo que algun preso de este pais sea capaz de rehabilitarse, simplemente por el hecho de las cárceles aqui se manejan igual que cualquier "banda" de criminales, solo que detras de unas barras. Capaz algunos si lo hacen, aunque si esos panas enferman hijos y matan madres para pedir plata, no me extraña que tambien se conviertan en expresidiarios asesinos.

ardi! dijo...

El otro día venía hablando con una amiga chilena y ella me estaba contando que en Santiago siempre se monta alguien con el mismo discurso, que salieron de la carcel tal y quiere reintegrarse en la sociedad, bla bla bla... Yo prefiero el "no enriquece ni empobrece a nadie".