viernes, 25 de septiembre de 2009

Lenguaje Corporal Delictivo.

Esto me sucedió hace tiempo. Estaba yo caminando por el puente Fuerzas Armadas, buscando un libro que necesitaba para una materia de la universidad entre los muchos puestos de libros usados y baratos que se encuentran en esta altamente transitada zona de Caracas.

Luego de pasar preguntando por cerca de 15 puestos sobre la disponibilidad del libro (un libro viejo de los años 60 de esos que son imposibles de encontrar y que extrañamente pareciera que el único ejemplar del mundo lo tiene el profesor), me dispuse a retirarme cabizbajo del sitio hacia la parada de autobuses que me llevara a mi casa.

Decidí irme caminando en dirección hacia la Asamblea Nacional. Cuando estaba cruzando la calle desde el puente, siento que alguien me está mirando fijamente (resulta que tengo ese poder, el de darme cuenta cuando me están mirando y evaluando con detenimiento sin que la gente lo sepa), y mientras estoy buscando identificar a la persona dueña de los ojos que me andan evaluando, observo a dos tipos de apariencia bastante tenebrosa (es decir, hablaban como malandros, te miraban como malandros, se vestían como malandros y se comportaban como malandros), teniendo una conversación como si estuvieran tramando algo que no beneficiará en nada a la humanidad.

Una vez que hago contacto visual con ellos, y notan que yo sé que me están observando, empiezan a llamarme en su castellano altamente deformado:

Malandro 1: Mira Chamo ven pa’acá, chamo.

Malandro 2: Chamo, chamo ven acá un momento gueon.

A estas alturas del partido yo no iba a acercarme a esos tipos ni aunque me estuviesen ofreciendo el Nobel de Literatura, por lo que hice un gran esfuerzo por ignorarlos y empecé a caminar rápido para no llamar mucho la atención (dicen que los delincuentes son como los perros, si no corres ellos no corren), mientras ellos seguían gritando que me acercara a ellos, hasta que en un momento deje de oír sus berridos de castellano deformado, pero para asegurarme de que no me estuviesen siguiendo cada cierto tiempo volteaba cada 2 minutos no fuera que se me apareciesen armados a robarme las pocas posesiones materiales que en ese momento tenía disponibles (un mp3, un celular, y cerca de 10 Bolívares fuertes).

Tras unos 10 minutos de caminata a largos pasos, llegué hasta la Plaza Bolívar, que para algo que no sé si llamar suerte, estaba bien custodiada por toda clase de agentes de las fuerzas de seguridad (PM, Guardia Nacional, PoliCaracas), lo que me dio un poco de calma al saber que ese par de huevones entre tantos tombos no se atreverían a asaltarme, y que en caso de que lo hicieran no conseguirían nada bueno, ya que si me robaban el mp3, se les habría dañado en un mes (como me pasó a mí), si me robaban el celular, tendrían que desbloquearlo arrechamente y en mi cartera además de los 10 bolívares lo que encontrarían serían moscas.

Por suerte gracias a que pude observar el lenguaje corporal de estos hampones me he salvado de ser robado, me he salvado un día más de ser parte de las horrorosas estadísticas de asaltos y hurtos en Caracas, que afirman que una de 3 personas son asaltadas, es decir, soy afortunado, he obedecido el consejo de Walter Martínez de todos los viernes al terminar Dossier, me he salvado gracias a mi amplia capacidad de observación, espero algún día no tener que depender solo de mi capacidad de observación y velocidad para evitar que dos hampones intente robarme

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Los señores te estaban llamando para decirte que tenían el libro!

PD. Tus reglas para comentar apestan, no intentes convencerme...

Ze